Entre libros y matraces: obras antiguas de la literatura química siglos XVI al XIX

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La Biblioteca Nacional y el Instituto de Química presentan la exposición titulada: Entre libros y matraces, obras antiguas de la literatura química siglos XVI al XIX. La cuál presenta libros “antiguos” de la literatura química de nuestro país así como extranjeros, parte de estos últimos hechos en Madrid.  En una de las ilustraciones de la exposición se puede observar un “laboratorio” de química del siglo XVII en donde las personas visten ropas fina, lo que nos muestras como las personas de clase alta eran las que tenían acceso a esta actividad.

Muchas de las ilustraciones se relacionan con lo divino y lo satánico. Una de ellas es del autor Panthei, Ioannism Augustini, 1530 escrita en latín. Dicho autor clarifica el confuso panorama de los métodos y objetivos de la química. En la ilustración de sus libros dos hombres cargan el mundo y aparecen otros animales dentro del globo. Esta ilustración nos representa una especie de mezcla entre mitología y ciencia.

En otra ilustración de 1762 podemos apreciar como personas humildes, eso lo podemos saber por su vestimenta y el tipo de trabajo que hacen, además de que solo las clases altas podían acceder a la educación, estos extraen y transportan los minerales en una especie de cubetas y a través de una polea. En el libro Nomenclatura química, Paris, 1787; encontramos que la nomenclatura de los elementos químicos no eran letras como ahora, si no dibujos hechos con figuras geométricas.

El libro de Elemens de Chymie del autor Hernan Boerhaave apreciamos los instrumentos utilizados en los “laboratorios” de aquella época. En la obra de introducción al estudio de la química, 1862, elaborada por Leopoldo Río de la Loza; nos muestra en una de sus páginas los instrumentos que se usaban hasta dicho año y se nota el avance que hay entre estos y los del siglo pasado.

Para 1874 ya hay libros hechos en México, como el libro Lecciones de Mineralogía de los alumnos del estado de Guadalajara. En la exposición también encontramos documentos. Por ejemplo el del arquitecto Carlos Obregón, quien el 16 de julio de 1914, notifica a Alfonso Reyes, presidente de la Casa de España, la construcción del pabellón de química para la Universidad Nacional Autónoma de México.

Ya que yo estudié durante dos años fotografía. La parte que más llamo mi atención fue una colección de fotografías de la inauguración de la Escuela Nacional de Química Industrial. Una fotografía te puede decir muchas cosas y en estas se puede observar claramente la composición étnica de los estudiantes del instituto. La mayoría eran de raza blanca aunque hay una minoría de mestizos o de raza morena.

Lo que más me gusta de la fotografía es que al ver una imagen es como si el tiempo no hubiera pasado, como si te transportara ahí. Lo que pude apreciar también en la fotografía es que todos tenían su rostro serio, lo que nos muestra su asombro por la cámara fotográfica y el saber que esa imagen puede permanecer por siempre.

Así mismo se nota una gran distinción de género, ya que los hombres tienen el pelo corto, están vestidos de traje y se encuentran delante de las mujeres, como si no les dieran tanta importancia. Las mujeres tienen el pelo largo y falda y permanecen atrás de los hombres. Casi al final de la obra encontramos la recreación de un laboratorio de química de la fundación Roberto Medellín, S. C.

Esta exposición nos sirve para observar como ha ido evolucionando la literatura química, pero más que eso los materiales y la caligrafía de los libros. Igualmente se observa que los primeros libros que se tenían eran principalmente hechos en Madrid y varias décadas después México empezó a producir sus propias obras. De ahí la importancia de la exposición.